El
pueblo de Boca de Yaracuy está situado en el ángulo noroeste del estado
Carabobo, su río sirve de línea divisoria entre los estados Falcón Yaracuy y el
mismo Carabobo, es zona contigua de la costa oriental falconiana. El río
Yaracuy ha sido en el tiempo y lo es en la actualidad, la savia y la sangre del
poblado. Este río nace en las serranías de Aroa, al norte de las montañas María
Lionza, tiene un gran recorrido y en su cuenca tributaria es de 2.220 km2.
Pedro José De Olavarriaga en su instrucción General y Particular de la
Provincia de Venezuela en los años de 1720 y 1721 señala, "el río Yaracuy
empieza de un cerro llamado Sernuraco. el cual está de 30 leguas distante de su
boca pasando por entre las jurisdicciones de Nirgua y Barquisimeto... Este río
se debe considerar como muy importante a los intereses de su Majestad pues el
provecho que se puede sacar de él, es bastante para asistir la defensa de su
costa".
A través
del río Yaracuy se realizaba, a mediados del siglo pasado, un intenso tráfico
comercial entre Puerto Cabello y los pueblos interioranos de la región centro
occidental. Las mercancías eran despachadas en cuatro días desde el Puerto
hasta El Chino, pequeño embarcadero fluvial en las inmediaciones de San Felipe,
según nos refiere el notable científico italiano Agustín Codazzi. De El Chino
en adelante las mercancías eran transportada en carretas y bestias de carga,
para lo cual se habían construido almacenes y edificios en los caseríos de La
Hoya y El Chino que conformaron junto con la vivienda de los mineros, leñadores
y encargados del trasporte de la madera una infraestructura comercial de cierta
importancia.
El
alemán Karl Ferdmad Appun hace mención en su obra "En los Trópicos"
sobre el ecosistema del río Yaracuy. "Sus selvas de galería en sus
riberas, su flora y principalmente su variada fauna destacándose el Caimán déla
Costa, el Mato Real, Chigüire, Venados, Araguatos, el Mono "Araña",
aves de rapiña, el Garzón Soldado, las Comearas, garzas blancas entre
otras".
Andresote
fue un zambo nativo de Valencia que utilizó estos parajes exuberantes de río
Yaracuy como escondrijo para burlarse por mucho tiempo de la Real Compañía
Guipuzcoana, encargada del monopolio comercial de España con Venezuela. Sucedió
entre 1732 y 1735.
Se hizo
jefe desde la zona costera hasta los valles de Yaracuy para proteger el
contrabando de los holandeses que operaban en la Isla d Curazao, con los
hacendados de la región. Andresote no sólo tuvo el apoyo de los hacendados,
sino que logró reunir un numeroso grupo de esclavos y negros libres que les
permitió derrotar en varias oportunidades las tropas del gobernador d la provincia.
En 1734 acabó con un ejército de 300 soldados que habían sido enviados por el
gobierno y la Guipuzcoana para apresarlo. Al gobierno se le hacía difícil
atrapar a Andresote porque éste tenía el apoyo de la mayoría de la población
que le informaba de todos los movimientos de las tropas oficiales, así como
también le suministraban las provisiones. Tuvo el gobierno que mandar una
expedición de más de 1.500 hombres para disolver el ejército de Andresote,
quien con la ayuda de los contrabandistas holandeses logró huir a Curazao, no
así muchos de sus partidarios que fueron condenados a muerte.
Hoy en
día el río Yaracuy no ha perdido toda su belleza a pesar de sus aguas ya no
lucen cristalinas como antes, los desechos industriales de Morcapel y Venepal
han enturbiado su cauce unido a las deforestaciones que han disminuido su
caudal y lacerado su flora y su fauna. Todavía siguen las casas del pueblo
vestidas con tablas de Guamo y su bucólica gente entregada a las labores del
mar, de sus labios se escuchan leyendas y cantos que dejan asomar añoranzas por
tiempos pasados. Las manos curtidas por manchas de coco, pero sus palabras son
amables y sinceras, su trato sencillo y afable enaltece sus rasgos de humildad
encerrados en su piel de cacao y pelo ensortijado. De ellos supe del gigantesco
mero que habitaba en el río que cuando se movía producía estampida atemorizada
de los demás animalitos fluviales hasta que un buen día llegó Ramón Saavedra,
alias Antayo, y lo pescó.
Otra
leyenda, la de El Carretón que pasaba a media noche por las calles del pueblo y
que espantaba a los vecinos, desapareció cuando instalaron la luz eléctrica en
el año de 1976.
Tampoco
se supo más de un enorme animal que se encontraba en la boca del río que
reventaba los cordeles: se enterraba en el fondo y no había fuerza humana capaz
de moverlo.
Fuente: Libro Crónicas desde Morón, escrito por el Profesor Alexis Coello.