martes, 1 de diciembre de 2015

San Pablo de Urama

Por iniciativa del concejal de Urama Luis Blanco (Willin), secundado por el buen amigo Domingo Pinto, hemos emprendido un trabajo geohistórico sobre la localidad de San Pablo de Urama. Aunque todavía no está concluido, queremos adelantarles una semblanza de este bucólico pueblo. Está ubicado en la parte nor-occidental del municipio Juan José Mora. Limita al norte con el río Yaracuy. Al sur con la carretera Panamericana y el río Urama en su declive hacia el mar. Por el este con la línea divisoria entre Morón y Urama, Parroquia de Juan José Mora. Esta línea parte desde el lindero norte con el estado Yaracuy, en el río del mismo nombre, sigue al sur hasta encontrar la quebrada Sanguijuela, de aquí hasta terminar en la fila La Justa. Y por el oeste se rodea de las aguas de los ríos Canoabito, Taría y el Yaracuy que lo separa de las poblaciones vecinas del extremo oriental del estado Yaracuy (La Hoya, Farriar, Aguas Negras, El Chino).

San Pablo se encuentra emplazado en el extenso valle del río Yaracuy, que con la ayuda del río Aroa más las abundantes precipitaciones, han venido erosionando las rocas y rellenando este amplio estuario de origen cenozoico que se extiende entre la serranía de Aroa y la punta norteña del macizo de Nirgua. Este valle es propiamente un surco producto del hundimiento del terreno por causa tectónica. Veamos lo que nos dice un informe geológico y minero de los yacimientos de cobre de Aroa: "El valle se encuentra relleno de aluviones modernos y sus características fisiografías indican la posibilidad de un origen tectónico, un bloque deprimido entre dos fallas, es decir, un graben ".

Esta depresión o surco tectónico funciona como un corredor que comunica la región de los llanos con los puertos del Caribe (Puerto Cabello y anteriormente Tucacas, lo que posibilitó el poblamiento de cumbres, valles y hoyas intermedias y a la par el tendido de carreteras y vías férreas para el transporte de carga (cobre, caña de azúcar, etc.), actividad que impulsó una época floreciente de estos pueblos que languidecen de tristeza hoy en día.

La conformación del terreno es inestable, sujeta a movimientos sísmicos. Sobre estas tierras se levanta una vegetación selvática, densa, con grandes reservónos de agua y una variada fauna. En la parte del litoral, y antes también, se presentan algunas ciénagas cubiertas por los cocales y malezas que también cubren los cordones arenosos de la explanada del Golfo Triste. En el litoral las albuferas ya no existen, han sido tapiadas por la acción fluvio-marina en complicidad con el tiempo.

La zona goza de un clima benigno. Los vientos del norte penetran por el abra barloventeña de Tucacas, facilitando su paso la morfología del surco, lo que permite un refrescamiento de la temperatura no haciéndola excesiva. Las temperaturas máximas que se dan en los meses de marzo o abril, no sobrepasan los 26 grados centígrados; y la diferencia con la mínima temperatura que se da en el mes de enero, no es grande: la oscilación es de un poco más de un grado, por lo tanto posee temperaturas agradables casi todo el año. En relación a la lluviosidad, podemos decir que es abundante, teniendo su máxima expresión en los meses de junio o julio. Este sector puede presentar precipitaciones de 1.000 a 1.500 mm. Anuales. El déficit entre la evaporación y la lluviosidad es prácticamente nulo, tal como lo demuestra la exuberante vegetación del área y la excelentísima vocación agrícola de sus tierras.


Los suelos son aluvionales, pertenecientes a la era cuaternaria, están constituidos fundamentalmente por arenas, limos, arcillas y gravas poco consolidadas. Son suelos formados por materiales sedimentarios de reciente formación, destacando los terrenos arenosos, poco compactados y de topografía plana con pendientes menores al 0,2%. Esta planicie está cargada de un bosque denso y poco aprovechada para la agricultura, más bien su uso se orienta actualmente a la explotación maderera y ganadera. Por ser una zona en las adyacencias de vanos ríos y por su baja topografía, es propensa a las inundaciones en la época de lluvia y en las épocas de sequía mantiene un nivel freático muy alto. La propiedad territorial o tenencia de la tierra en el área de San Pablo y tierras circunvecinas es un testimonio o signo viviente del viejo latifundismo gomecista de principios de siglo. Esta herencia del gomecismo ha sobrevivido hasta hoy. Desde los tiempos del General Félix Galavís hasta los terratenientes de fin de siglo (también de la familia Galavís) en combinación con los Sansones (Sangala), mantienen aún la propiedad de los terrenos sobre los cuales se erige el poblado de San Pablo.


Fuente: Libro Crónicas desde Morón, escrito por el Profesor Alexis Coello.