Por
iniciativa del concejal de Urama Luis Blanco (Willin), secundado por el buen
amigo Domingo Pinto, hemos emprendido un trabajo geohistórico sobre la
localidad de San Pablo de Urama. Aunque todavía no está concluido, queremos
adelantarles una semblanza de este bucólico pueblo. Está ubicado en la parte
nor-occidental del municipio Juan José Mora. Limita al norte con el río
Yaracuy. Al sur con la carretera Panamericana y el río Urama en su declive
hacia el mar. Por el este con la línea divisoria entre Morón y Urama, Parroquia
de Juan José Mora. Esta línea parte desde el lindero norte con el estado
Yaracuy, en el río del mismo nombre, sigue al sur hasta encontrar la quebrada
Sanguijuela, de aquí hasta terminar en la fila La Justa. Y por el oeste se
rodea de las aguas de los ríos Canoabito, Taría y el Yaracuy que lo separa de
las poblaciones vecinas del extremo oriental del estado Yaracuy (La Hoya,
Farriar, Aguas Negras, El Chino).
San
Pablo se encuentra emplazado en el extenso valle del río Yaracuy, que con la
ayuda del río Aroa más las abundantes precipitaciones, han venido erosionando
las rocas y rellenando este amplio estuario de origen cenozoico que se extiende
entre la serranía de Aroa y la punta norteña del macizo de Nirgua. Este valle
es propiamente un surco producto del hundimiento del terreno por causa
tectónica. Veamos lo que nos dice un informe geológico y minero de los
yacimientos de cobre de Aroa: "El valle se encuentra relleno de aluviones
modernos y sus características fisiografías indican la posibilidad de un origen
tectónico, un bloque deprimido entre dos fallas, es decir, un graben ".
Esta
depresión o surco tectónico funciona como un corredor que comunica la región de
los llanos con los puertos del Caribe (Puerto Cabello y anteriormente Tucacas,
lo que posibilitó el poblamiento de cumbres, valles y hoyas intermedias y a la
par el tendido de carreteras y vías férreas para el transporte de carga (cobre,
caña de azúcar, etc.), actividad que impulsó una época floreciente de estos
pueblos que languidecen de tristeza hoy en día.
La
conformación del terreno es inestable, sujeta a movimientos sísmicos. Sobre
estas tierras se levanta una vegetación selvática, densa, con grandes
reservónos de agua y una variada fauna. En la parte del litoral, y antes
también, se presentan algunas ciénagas cubiertas por los cocales y malezas que
también cubren los cordones arenosos de la explanada del Golfo Triste. En el
litoral las albuferas ya no existen, han sido tapiadas por la acción
fluvio-marina en complicidad con el tiempo.
La zona
goza de un clima benigno. Los vientos del norte penetran por el abra barloventeña
de Tucacas, facilitando su paso la morfología del surco, lo que permite un
refrescamiento de la temperatura no haciéndola excesiva. Las temperaturas
máximas que se dan en los meses de marzo o abril, no sobrepasan los 26 grados
centígrados; y la diferencia con la mínima temperatura que se da en el mes de
enero, no es grande: la oscilación es de un poco más de un grado, por lo tanto
posee temperaturas agradables casi todo el año. En relación a la lluviosidad,
podemos decir que es abundante, teniendo su máxima expresión en los meses de
junio o julio. Este sector puede presentar precipitaciones de 1.000 a 1.500 mm.
Anuales. El déficit entre la evaporación y la lluviosidad es prácticamente
nulo, tal como lo demuestra la exuberante vegetación del área y la excelentísima
vocación agrícola de sus tierras.
Los
suelos son aluvionales, pertenecientes a la era cuaternaria, están constituidos
fundamentalmente por arenas, limos, arcillas y gravas poco consolidadas. Son
suelos formados por materiales sedimentarios de reciente formación, destacando
los terrenos arenosos, poco compactados y de topografía plana con pendientes
menores al 0,2%. Esta planicie está cargada de un bosque denso y poco
aprovechada para la agricultura, más bien su uso se orienta actualmente a la explotación
maderera y ganadera. Por ser una zona en las adyacencias de vanos ríos y por su
baja topografía, es propensa a las inundaciones en la época de lluvia y en las
épocas de sequía mantiene un nivel freático muy alto. La propiedad territorial
o tenencia de la tierra en el área de San Pablo y tierras circunvecinas es un
testimonio o signo viviente del viejo latifundismo gomecista de principios de
siglo. Esta herencia del gomecismo ha sobrevivido hasta hoy. Desde los tiempos
del General Félix Galavís hasta los terratenientes de fin de siglo (también de
la familia Galavís) en combinación con los Sansones (Sangala), mantienen aún la
propiedad de los terrenos sobre los cuales se erige el poblado de San Pablo.
Fuente: Libro Crónicas desde Morón, escrito por el Profesor Alexis Coello.