lunes, 30 de noviembre de 2015

30- Tortura y muerte en el silencio de la noche



Su nombre era Tomás Faneite. Contaba apenas 29 años cuando el destino le jugó una mala pasada para tronchar su vida. Esbirros de la Seguridad Nacional, soporte de un régimen corrompido, lo asesinaron con saña lombrosiana sin importarles su angustiada protesta. Se le acusaba de un delito que la imaginación criminal de los victimarios fabricaron para silenciar su voz.
Su nombre era Tomás Feneite y murió horriblemente torturado en la oscura habitación que Seguranal había acondicionado para estos abominables fines. No soportó aquel hombre que había comenzado a transitar por senderos adultos, la golpiza que le propinaron buscando una confesión de culpa imposible de lograr por algo inexistente.
Su nombre era Tomás Faneite y su delito fue, además de joven con mirada desafiante, ser militante de una organización política desafecta, aunque tímidamente, al gobernante que bajó igualmente de la montaña como Juan Vicente Gómez, para saquear las arcas del tesoro público, por medio del terror y el vejamen.
Su nombre era Tomás Faneite, pero el médico forense que levantó el informe legal sobre aquella injusta muerte, afirmó desconocer la identidad de la víctima para certificar el deceso por suicidio. Brazos y yugular fueron cercenados como prueba del suceso: "el preso se quitó la vida utilizando fragmentos de un plato de loza con los cuales se cortó las venas provocando hemorragias intensas". Como Poncio Pilatos, el forense se lavó las manos y estamos seguros que rnás tarde en la soledad del hogar, vomitaría aquella podredumbre.
Su nombre era Tomás Faneite a quien nadie escuchó gritar su angustia de moribundo solitario. Ni siquiera presintió en su agonía la proximidad de los verdugos silbando baladas de una alegría trágica, poniendo como vendajes de escarnio todo cinismo para acelerar la muerte. En aquella noche larga en que los bárbaros punteaban sus instrumentos para la tortura final, una madre lejana ignoraba el triste destino de su hijo.

Su nombre era Tomás Faneite y murió con sus visceras salvajemente destrozadas sin conocer la identidad de sus torturadores. La realidad de su delito la consignó lahistoria cuando la patria retornó al sosiego. Su nombre tal vez se lo tragó el olvido, mientras sus victimarios continuarían prestando servicios a otras policías del Estado, utilizando métodos distintos, pero con la misma crueldad del resonar siniestro de sus risas y el estallar furioso de sus látigos.