Lo conocimos cuando transitaba por las concurridas calles de
la ciudad, acompañado de una grata sonrisa y su típico saludo a los numerosos
transeúntes que encontraba en su camino. Tenía una memoria privilegiada para
identificar a las personas por sus nombres y apellidos. Su presencia infundía
simpatía y todos sus saludos los correspondían con amabilidad sin lesionar la
personalidad de aquel hombre inofensivo.
Nuestro famoso personajefrecuentemente expresaba su fe
bolivariana, llegando al colmo de escoger la quietud de la media noche para
invocar a viva voz el espíritu delLibertador:
Bolívar. . . donde estás. . . ? y esto lo repetía con
vehemencia.
La oportunidad se presentó una noche, cuando las estrellas
se escondieron en las nubes y la luna silenció su luz para cubrir la zona de
tinieblas. Un vecino del Club Los Rivales, fastidiado de las periódicas
incursiones del orate para invocar aBolívar, cuando éste comenzó su oración con
la mirada perdida en el firmamento y los brazos en alto:
Bolívar. . . ¿Dónde estás. . . ? sorpresivamente salió
tapado con una blanca sábana, contestán¬dole con la voz ronca como salida de
profunda caverna: Eloy..! aquí estoy... ¿qué quieres..?
Y eso bastó para silenciar definitivamente al trasnochador
bolivariano, quien emprendió veloz carrera hacia San Millán, dejando atrás los
motivos para esta narración. Eloy tal vez había escuchado los temerosos
susurrqs de grupos desafectos a la dictadura perezjimenista, que en horas de la
tarde se reunían en laPlaza Concordia. Tomando para sí, a quellas protestas
silenciosas, se paró encima de un banco del pequeño parque y con toda la fuerza
de sus pulmones gritó la peligrosa consigna de la época:
Abajo Pérez Jiménez. . . Carajo. .!
Días después, el cadáver de aquel infeliz loquito permanecía
en la Morgue delHospital Municipal, víctima de la golpiza que le propinaron los
esbirros del régimen. En una fosa cualquiera del viejo Cementerio de Campo
Alegre inhumaron sus restos; en el lugar desapareció todo vestigio de su
presencia física y ni siquiera un ladrillo quedó para identificar su tumba.
