lunes, 30 de noviembre de 2015

05- Prófugos de Cayena y el Banco de Venezuela



En cierta oportunidad, la Agencia del Banco de Venezuela fue asaltada por cuatro delincuentes prófugos de Cayena. La forma corno operaron los cacos fue establecida sin muchos estudios por la policía: los franceses alquilaron una vieja casa vecina, construyeron un pasadizo y aprovecharon la noche del sábado y parte del día domingo para realizar su fechoría.

Lograron llevarse veinte billetes de mil bolívares, suma considerada de gran importancia para la fecha. El cuarteto de sospechosos los detuvo el propio Albertini que conocía a perfección los movimientos del grupo, pero éstos, a pesar de las torturas a que fueron sometidos, no revelaron el escondite de los billetes sustraídos.

La concubina de uno de los detenidos fue atraída por el Manco, bajo falsas promesas de amor que reblandecieron el corazón de la fémina. Todo estaba claro, los cuatro sujetos te¬nían el botín metido en el ano, en frascos acondicionados conteniendo cada uno cinco flamantes billetes de mil.

El Jefe del Penal, Paulino Camero, advertido por el "Cojo Albertini" de las infidencias de la mujer de uno de los sospechosos detenidos, utilizó el mejor método hasta hoy conocido para expulsar objetos extraños; amarro a los excayeneros en un "botalón" del patio central, desnudos y bajo sol inclemente del medio día, los obligó a consumir dos litros de aguardiente alemán preparados especialmente por el boticario de la Fortaleza. Dos horas más tarde, los prisioneros expulsaron los frascos conteniendo los billetes del Banco de Venezuela, falleciendo en horas de la noche deshidratados, después de una humillante agonía precedía de cólicos violentos que arrancaban a las víctimas dolorosos lamentos.

Este suceso fue divulgado en la ciudad sin preocuparse las autoridades policiales de esconder en parte el inhumano procedimiento. La ejecución de los prisioneros, lenta y llena de sadismo, causó estupor en la ciudadanía, pero advirtió al resto de prófugos de la Isla del Diablo refugiados en Puerto Cabello, que su futuro dependía de sus comportamiento en la sociedad. El "Manco Albertini" salió de esta prueba con mayores avales que lo alejaban cada día más de las garras del Cónsul de Francia. Continuó paseando su insolencia por las calles céntricas, montado en el hermoso caballo regalo de su compadre el Jefe del Cuartel de Policía. Nadie escondía en la ciudad su repudio a este personaje rodeado de infame y trágica leyenda. Se creía que en cualquier rincón oscuro una daga atravesaría su pecho, pero el hombre murió tranquilamente en una cómoda habitación del Hospital de Caridad. Tuberculosis pulmonar, certificó el médico para cerrar el ciclo de terror de este hombre Protegido del Diablo.