Puerto Cabello durante el siglo xix y las primeras décadas
del presente, no contaba con sistema de cloacas que hicieran posible la
disposición de excretas y aguas negras, conformándose los vecinos con utilizar
siguiendo el curso del tiempo, excusados de hoyo o letrinas, sépticos, en
aquellas viviendas con propietarios de mayores recursos y algunos privilegiados
con oportunidades de lanzar sus desperdicios al mar, por estar ubicados a
orillas de la bahía.
La utilización de esos importantes e higiénicos lugares,
ocasionaba posteriormente una serie de problemas al llenarse hasta el tope el
hoyo o el séptico, cosa normal en aquellas casas de numerosos habitantes o
sitios frecuentados por visitantes ocasionales.
Existía la Oficina de Sanidad con un funcionario dedica¬do a
vigilar las condiciones de habitabilidad de inmuebles en el sector urbano,
preferentemente el área conocida como excusado, letrina común, waterclosed,
reservado o sanitario. En el momento crítico, el severo empleado, se presentaba
boleta en mano para la citación correspondiente a la Oficina respectiva y la
planilla especificando el problema y solución inmediata: construir uno nuevo o
limpieza general del actual.
Por este delicado problema surgieron en la ciudad casi
ahogada en excrementos, modestos trabajadores propietarios de vehículos de
tracción animal, dispuestos a prestar sus servicios a la comunidad, basando las
tarifas en el volumen de materias fecales depositadas en los sitios
mencionados. Era una labor dura, peligrosa, rodeada de incomodidades y nada
envidiable.
El pueblo lo conocía como "Bota Winches", siendo
en aquel tiempo los más modestos empresarios de un negocio poco competido. Las
operaciones de limpieza se hacían en horas de la noche para no ofender el
olfato de los vecinos. El inmueble quedaba con la única presencia del
"Bota Winches", ya que los inquilinos buscaban refugio en casa de
familiares o amigos mien¬tras realizaban las tareas de limpieza. El
procedimiento era sencillo: llenaban el hoyo o séptico con aserrin y cal
formando una espesa masa sacada con palas hasta un recipiente que luego
trasladaban al carro estacionado frente a la vivienda. Finalizada la tarea, los
malos olores se alejaban quemando hierbas aromáticas o regando aguas perfumadas
en las habitaciones.
Las malas lenguas aseguraban que los "Bota
Winches" tenían una tira de madera con rayitas bien colocadas para
establecer la densidad del material. El implemento de trabajo se conocía como
"Coprómetro" y jamás equivocaba las tarifas al efectuar arreglos
entre servidor y cliente.

