En los últimos años del gomecismo ocupó el Cargo de Jefe de
la Policía de Puerto Cabello, un coriano precedido de una fama de guapo y
"embraguetado" identificado como el "Coronel Retama", pero
que a la hora de rendirle cuentas a la justicia popular, al morir el Jefe
Supremo de laVenezuela rural empobrecida y humillada, se asiló en la residencia
de un amigo extranjero propietario de automóviles de alquiler y autobuses del
servicio urbano, quien lo sacó de la ciudad metido en la maleta de un viejo
Buick de siete puestos.
Las actividades de este célebrepersonaje que tenía como
lugarteniente a un prófugo del Penal de Cayena de apellido Albertini, se
conocen por relatos orales de algunas de sus víctimas. El Cuartel de Policía
funcionaba en la planta baja del Edificio Municipal, sirviendo de improvisados
calabozos con rejas de seguridad, la mayoría de las habitaciones construidas
alrededor del patio central.
El Coronel Retama disfrutaba matinalmente el proceso de
conteo y selección depresos en el patio central del Cuartel de Policía. A las
seis de la mañana los detenidos recibían un baño de agua fría, luego se les
colocaba en perfecta formación para escuchar la arenga del Jefe Policial.
Antes, un modesto funcionario que apenas sabía deletrear, masticaba nervioso el
"parte diario" estipulando el delito cometido y la pena impuesta de
acuerdo con su magnitud. La mayoría procedía de sectores mar¬ginales,
arrestados por causas leves: embriaguez, discusiones acaloradas y conatos de riña.
—Fulano de tal. . .! diez días de arresto barriendo las
calles Bolívar, Valencia,Plaza, Independencia y Mercado, en horario de siete de
la mañana a cinco de la tarde.
—Sutano y mengano ...la sacar arena en Santa Rosa y el que
palee más, sale pronto en libertad. La lista era interminable señalando
obligaciones de tra¬bajos forzados a los pobres arrestados y luego el grito
irónico, cruel, salvaje y maldito. . .
—Vagabundos. . .!, rateros :. .! en la hacienda Santa Rosa
perdí una sortija con brillantes; quien tenga la suerte de en¬contrarla en la
mina de arena, le doy veinte pesos y la libertad.
Con este truco el esbirro pretendía duplicar el trabajo de
aquellos infelices y por supuesto lograr mayor producción de arena para su
beneficio, por cuanto contaba con el monopolio de este fructífero negocio. A
los presos destinados a barrer calles y callejones, les ofrecía libertad si
encontraban imagina¬rias prendas de oro extraviadas en la vía pública.
Los inhumanos métodos que se ponían en práctica en la
Policía de Puerto Cabello, dieron extraordinarios resultados en cuanto a la
erradicación del raterismo y otros delitos menores, pero sembraron el terror en
familias desafectas al régimen, ya que estaban expuestas a sufrir iguales
humillaciones cuando los jefes políticos no encontraban otra fórmula para
silenciar o degradar la personalidad de los supuestos o reales inconformes.
