lunes, 30 de noviembre de 2015

25- El Coronel Retama



En los últimos años del gomecismo ocupó el Cargo de Jefe de la Policía de Puerto Cabello, un coriano precedido de una fama de guapo y "embraguetado" identificado como el "Coronel Retama", pero que a la hora de rendirle cuentas a la justicia popular, al morir el Jefe Supremo de laVenezuela rural empobrecida y humillada, se asiló en la residencia de un amigo extranjero propietario de automóviles de alquiler y autobuses del servicio urbano, quien lo sacó de la ciudad metido en la maleta de un viejo Buick de siete puestos.
Las actividades de este célebrepersonaje que tenía como lugarteniente a un prófugo del Penal de Cayena de apellido Albertini, se conocen por relatos orales de algunas de sus víctimas. El Cuartel de Policía funcionaba en la planta baja del Edificio Municipal, sirviendo de improvisados calabozos con rejas de seguridad, la mayoría de las habitaciones construidas alrededor del patio central.
El Coronel Retama disfrutaba matinalmente el proceso de conteo y selección depresos en el patio central del Cuartel de Policía. A las seis de la mañana los detenidos recibían un baño de agua fría, luego se les colocaba en perfecta formación para escuchar la arenga del Jefe Policial. Antes, un modesto funcionario que apenas sabía deletrear, masticaba nervioso el "parte diario" estipulando el delito cometido y la pena impuesta de acuerdo con su magnitud. La mayoría procedía de sectores mar¬ginales, arrestados por causas leves: embriaguez, discusiones acaloradas y conatos de riña.
—Fulano de tal. . .! diez días de arresto barriendo las calles Bolívar, Valencia,Plaza, Independencia y Mercado, en horario de siete de la mañana a cinco de la tarde.
—Sutano y mengano ...la sacar arena en Santa Rosa y el que palee más, sale pronto en libertad. La lista era interminable señalando obligaciones de tra¬bajos forzados a los pobres arrestados y luego el grito irónico, cruel, salvaje y maldito. . .
—Vagabundos. . .!, rateros :. .! en la hacienda Santa Rosa perdí una sortija con brillantes; quien tenga la suerte de en¬contrarla en la mina de arena, le doy veinte pesos y la libertad.
Con este truco el esbirro pretendía duplicar el trabajo de aquellos infelices y por supuesto lograr mayor producción de arena para su beneficio, por cuanto contaba con el monopolio de este fructífero negocio. A los presos destinados a barrer calles y callejones, les ofrecía libertad si encontraban imagina¬rias prendas de oro extraviadas en la vía pública.

Los inhumanos métodos que se ponían en práctica en la Policía de Puerto Cabello, dieron extraordinarios resultados en cuanto a la erradicación del raterismo y otros delitos menores, pero sembraron el terror en familias desafectas al régimen, ya que estaban expuestas a sufrir iguales humillaciones cuando los jefes políticos no encontraban otra fórmula para silenciar o degradar la personalidad de los supuestos o reales inconformes.